lunes, 8 de octubre de 2012

Fic n°1: A place for my heart


Capítulo 2


Maldita sea mi suerte, pensé que nunca más en la vida tendría que verle la cara a ese imbécil y resulta que es el primo de me mejor amigo, lo cual me hace tener puntos en contra ya que por ningún motivo podría decir que ya lo conocía, sabiendo cómo es Andreas querría saber el porqué nos conocemos y si se entera lo más probable es que le pediría que se fuera.
-Odi – Sonrió luego de saludar a sus primos – Te presento a Bill y Tom Kaulitz – Y ahora si que no me quedaba duda de que era él. Bill me sonrió y besó mi mejilla mientras que Tom sonrió haciéndose el lindo y me besó casi en la comisura de mis labios diciéndome al oído “Amaría oírte gritar mi nombre de nuevo”. Maldito imbécil, se nota que no es un caballero, él si que tiene memoria.
Durante todo el camino Andreas y Bill se fueron cotorreando, mientras que Tom se mantuvo en silencio, pero con una sonrisa de triunfo grabada en la cara y de vez en cuando mirándome por el rabillo del ojo.
En ese momento nada me molestaría más, como lo hacen sus lascivos ojos sobre mí.
De vez en cuando Andy miraba por el espejo retrovisor y sonreía, de seguro le hacía gracia ver a su primo “sociabilizar” con su mejor amiga, si supiera que en este momento deseaba tener el valor necesario y gritarle en la cara, pero hay cosas que me lo impiden, uno, no soy una persona así y dos, no me gustaría que Andreas se enojara, la verdad es que no sé si enojaría con él, por prepotente o conmigo por suelta, pero lo que si tengo claro es que sucedió entre Kaulitz y yo no saldrá nunca de mi boca, si Andy se enterara sólo sería porque Thomas tiene una gran bocota.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que ni me di cuenta que habíamos llegado a casa y Andreas me hablaba:
-Odette – Giré la cabeza y lo miré exclamando un “Ah”
-¿Qué pasa? A llegamos – Andy me miraba confundido, abrí la puerta y bajé, él caminó hasta mi lado.
-¿Qué sucede pequeña? – Tomó mi barbilla y me miró a los ojos.
-Nada – Negué y me deshice de sus manos.
-¿Segura?  Reiteró.
-Sí, estoy bien – Asentí.
-¿Sabes que lo que sea puedes decirme? – Insistió.
-Lo sé – Asentí de nuevo – Ve con tus primos – Lo empujé suavemente para que caminara.
-Okey – Se volteó y fue a abrir la puerta. Giré la cabeza hacia la izquierda y ahí estaba Tom, me miró directo a los ojos y guiñó uno de los suyos. Bufé cabreada y avancé sin tomarlo en cuenta.
Había pensado en quedarme con Andy, pero ahora al “conocer” a uno de sus primos no me daban ganas, en este momento me apetecería tomar mi moto e ir a dar una vuelta por la ciudad y…  me apetecía un cigarro.
Entré tras Andreas a la casa y me acerqué a él.
-Andy – Le llamé para que se acercara a mí.
-Dime – Se volteó.
-Necesito dos favores. – Me miró interrogante. Bajé la vista a mis manos y luego lo miré a la cara. – Necesito las llaves de la cochera y las de mi moto. – Frunció el ceño.
-¿Planeas irte? ¿Cómo?, en la mañana dijiste que te quedarías.
-No me siento bien – El truco más antiguo de la humanidad.
-No estás pálida, cuando te sientes mal te pones pálida. - ¡Diablos!, me conoce demasiado bien - ¿Dónde quieres ir? – Se cruzó de brazos y mantuvo su ceño fruncido.
-A ningún lado – Qué estúpida (Me golpeo la cara haciendo pff)
-Entonces no hay razón para salir – Sonrió y se volteó  hacia sus primos quienes estuvieron todo el rato al pendiente de nosotros dos y más una persona en particular.
Siguió conversando con ellos mientras yo mordía mis uñas enrabiada. En cuanto los cuales subieron las escaleras con su equipaje, me planté seria frente a mi amigo.
-Me quiero ir – Le dije sin más.
-¿Dónde se supone que irás? – Me miró burlesco.
-A mi casa, ¿dónde más? – Alcé una ceja.
-¿Y si yo no quiero que te vayas?, recuerda que YO – Hizo énfasis en el yo y se indicó con ambos pulgares – tengo tus llaves. No creo que te sea muy fácil hacer partir la moto sin ellas, ¿no? – Bufé y me crucé de brazos.
-Ya poh Andy – Lo miré con ojos de perrito mojado – por favor.
-Pero explícame por qué te quieres ir, en la mañana estabas tan contenta de quedarte a compartir con mis primos, que de veras que no entiendo.
-Es que, ¡Hay! – Me tapé la cara inventando algo… ¡Eso! Se me prendió la ampolleta – No te quería decir porque me dio vergüenza, sucede – Tomé aire a ver si lo hacía más creíble – Es que me llegó la regla – Cerré un ojos y miré hacia abajo esperando que me creyera.
-¿Por qué no me lo dijiste antes, pequeña? – Sonrió.
-Es que me dio cosita – Miré mis pies.
-Ya Ok…pero tu supones ir así en moto – Me miró – No te – Giró su dedo queriendo indicar algo – ¿No te… mancharás?
-Jaja – me reí falsamente – Una mujer siempre tiene técnicas para ello.
-Bien, entonces toma – Metió la mano en su bolsillo y me pasó la llave de mi moto. – Yo te abro la cochera.
Salí por la puerta y entré a la cochera, abrí la puerta del auto de Andy, saqué mi bolso, me lo crucé y encendí mi moto.
-Cuídate pequeña – Acarició mi cabello, asentí – Vuelve eh! – Asentí nuevamente – Te quiero – besó mi cabeza-
-Yo igual – Me puse el casco y salí suavemente de la cochera, ya en la calle aceleré perdiendo el rastro de la casa.
Di un par de vueltas por la ciudad enrabiada, maldito el día en que viajé a Magdeburgo, maldito el día en que fui a esa fiesta y maldito el día en que conocí a Thomas Kaulitz.
Me estacioné frente a mi casa y entré, cerré la puerta tras de mí, lancé el casco y las llaves al suelo y lancé un grito mientras con el talón de mi pie izquierdo golpeé la puerta.
-Te odio Kaulitz – Me dejé caer con la espalda afirmada en la puerta. Lágrimas de rabia resbalaron por mis mejillas, me las quité con rabia y me paré, “no tengo porqué llorar por él”, pensé.
Subí las escaleras hasta mi pieza donde me tendí en mi cama. Miré el techo y suspiré. Encuentro estúpido, conozco a Andreas de toda la vida y sólo ahora me entero de que tiene primos y que más encima son los Kaulitz; a Bill lo divisé aquella noche en la disco y afortunadamente el estaba muy tomado como para recordarme, desgraciadamente su hermano tiene muy buena memoria y Dios mío, que perdí mi virginidad con él, de eso obviamente se dio cuenta y para mas remate esa noche me habló bellas cosas al oído y luego se marchó, dejándome ahí como si fuera una puta.
Luego de un rato me levanté y me duché, estuve bastante rato bajo el chorro, luego de ello me vestí con un lindo vestido de flores, unos botines cafés y una chaqueta de cuero del mismo color. Me sequé el pelo y me armé los rulos, me miré al espejo y sonreí, tomé mi set de pinturas y me maquillé suave.
Cogí mi mochila y bajé las escaleras, me senté en el sofá y prendí la radio, dentro estaba sonando una suave música, saqué un cigarrillo de mi cartuchera, me lo llevé a los labios y lo encendí. El suave sabor a mentol me relajó y me quitó un poco las ganas de asesinar.
Cuando por fin lo terminé llevé la colilla y luego de mojarla la boté a la basura.
Después de tomar todas mis cosas salí de casa, me subí a la moto y partí a la casa de Andy. En una oportunidad miré mis piernas y sonreí, el borde del vestido normalmente me llega a media pierna y montada sobre la moto apenas me tapaba los calzones.
No me demoré nada hasta allá, así que con total calma estacioné la moto frente a su casa y bajé. Llevé conmigo el casco y las llaves y golpeé la puerta. Para mi gran buena suerte me abrió Thomas (nótese la ironía) y para engrandecer mi ego se me quedó viendo embobado, aclaré mi garganta y ahí despertó de su trance, sin decirme ni una palabra me dejó pasar  y luego cerró la puerta tras de mí.
-¿Tú te viniste así? – Me señaló el corto vestido mi queridísimo Andreas Klein.
-¿Y cómo se supone que viniera? – Levanté los hombros.
-Con algo que no sea tan corto - ¡Qué exagerado!
-Pero si no es corto – Me miré las piernas, en verdad para andar en moto si es corto, pero eso yo no lo asumiría estando él frente a mí.
-En la moto se te veía todo – Parece que quiere suplantar a mi padre.
-Si quieres voy a robarle un hábito a una monja, algo que me tape los tobillos – indiqué la puerta. Me miró con cara de pocos amigos.
-Andy – Lo llamó Bill – déjala  - Andreas me miró por última vez y se volteó molesto.
-Gracias Bill – Le sonreí
-De nada – Me devolvió la sonrisa.
Aún con la mochila en mis hombros subí a la pieza de Andreas. Sé que estaba celoso, ¿razón?, porque su primito me estaba mirando, luego de voltearme me di cuenta que lo seguía haciendo. Sé que me quiere, y por ello tampoco me va a dejar de hablar.
Dejé a los pies de su cama mi mochila y me dispuse a salir de ahí, pero antes de que lo pudiera hacer la puerta se abrió y se cerró con pestillo.
-¿Qué haces aquí? – Fruncí el ceño molesta.

Continuará...



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