Capítulo
2
Maldita sea mi suerte, pensé que nunca más en la vida tendría que verle la cara a ese imbécil y resulta que es el primo de me mejor amigo, lo cual me hace tener puntos en contra ya que por ningún motivo podría decir que ya lo conocía, sabiendo cómo es Andreas querría saber el porqué nos conocemos y si se entera lo más probable es que le pediría que se fuera.
-Odi – Sonrió luego de
saludar a sus primos – Te presento a Bill y Tom Kaulitz – Y ahora si que no me
quedaba duda de que era él. Bill me sonrió y besó mi mejilla mientras que Tom
sonrió haciéndose el lindo y me besó casi en la comisura de mis labios
diciéndome al oído “Amaría oírte gritar mi nombre de nuevo”. Maldito imbécil,
se nota que no es un caballero, él si que tiene memoria.
Durante todo el camino
Andreas y Bill se fueron cotorreando, mientras que Tom se mantuvo en silencio,
pero con una sonrisa de triunfo grabada en la cara y de vez en cuando mirándome
por el rabillo del ojo.
En ese momento nada me
molestaría más, como lo hacen sus lascivos ojos sobre mí.
De vez en cuando Andy miraba
por el espejo retrovisor y sonreía, de seguro le hacía gracia ver a su primo
“sociabilizar” con su mejor amiga, si supiera que en este momento deseaba tener
el valor necesario y gritarle en la cara, pero hay cosas que me lo impiden,
uno, no soy una persona así y dos, no me gustaría que Andreas se enojara, la
verdad es que no sé si enojaría con él, por prepotente o conmigo por suelta,
pero lo que si tengo claro es que sucedió entre Kaulitz y yo no saldrá nunca de
mi boca, si Andy se enterara sólo sería porque Thomas tiene una gran bocota.
Estaba tan absorta en mis
pensamientos que ni me di cuenta que habíamos llegado a casa y Andreas me
hablaba:
-Odette – Giré la cabeza y
lo miré exclamando un “Ah”
-¿Qué pasa? A llegamos –
Andy me miraba confundido, abrí la puerta y bajé, él caminó hasta mi lado.
-¿Qué sucede pequeña? – Tomó
mi barbilla y me miró a los ojos.
-Nada – Negué y me deshice
de sus manos.
-¿Segura? Reiteró.
-Sí, estoy bien – Asentí.
-¿Sabes que lo que sea
puedes decirme? – Insistió.
-Lo sé – Asentí de nuevo –
Ve con tus primos – Lo empujé suavemente para que caminara.
-Okey – Se volteó y fue a
abrir la puerta. Giré la cabeza hacia la izquierda y ahí estaba Tom, me miró
directo a los ojos y guiñó uno de los suyos. Bufé cabreada y avancé sin tomarlo
en cuenta.
Había pensado en quedarme
con Andy, pero ahora al “conocer” a uno de sus primos no me daban ganas, en
este momento me apetecería tomar mi moto e ir a dar una vuelta por la ciudad
y… me apetecía un cigarro.
Entré tras Andreas a la casa
y me acerqué a él.
-Andy – Le llamé para que se
acercara a mí.
-Dime – Se volteó.
-Necesito dos favores. – Me
miró interrogante. Bajé la vista a mis manos y luego lo miré a la cara. –
Necesito las llaves de la cochera y las de mi moto. – Frunció el ceño.
-¿Planeas irte? ¿Cómo?, en
la mañana dijiste que te quedarías.
-No me siento bien – El
truco más antiguo de la humanidad.
-No estás pálida, cuando te
sientes mal te pones pálida. - ¡Diablos!, me conoce demasiado bien - ¿Dónde
quieres ir? – Se cruzó de brazos y mantuvo su ceño fruncido.
-A ningún lado – Qué
estúpida (Me golpeo la cara haciendo pff)
-Entonces no hay razón para
salir – Sonrió y se volteó hacia sus
primos quienes estuvieron todo el rato al pendiente de nosotros dos y más una
persona en particular.
Siguió conversando con ellos
mientras yo mordía mis uñas enrabiada. En cuanto los cuales subieron las
escaleras con su equipaje, me planté seria frente a mi amigo.
-Me quiero ir – Le dije sin
más.
-¿Dónde se supone que irás?
– Me miró burlesco.
-A mi casa, ¿dónde más? –
Alcé una ceja.
-¿Y si yo no quiero que te
vayas?, recuerda que YO – Hizo énfasis en el yo y se indicó con ambos pulgares
– tengo tus llaves. No creo que te sea muy fácil hacer partir la moto sin
ellas, ¿no? – Bufé y me crucé de brazos.
-Ya poh Andy – Lo miré con
ojos de perrito mojado – por favor.
-Pero explícame por qué te
quieres ir, en la mañana estabas tan contenta de quedarte a compartir con mis
primos, que de veras que no entiendo.
-Es que, ¡Hay! – Me tapé la
cara inventando algo… ¡Eso! Se me prendió la ampolleta – No te quería decir
porque me dio vergüenza, sucede – Tomé aire a ver si lo hacía más creíble – Es
que me llegó la regla – Cerré un ojos y miré hacia abajo esperando que me
creyera.
-¿Por qué no me lo dijiste
antes, pequeña? – Sonrió.
-Es que me dio cosita – Miré
mis pies.
-Ya Ok…pero tu supones ir
así en moto – Me miró – No te – Giró su dedo queriendo indicar algo – ¿No te…
mancharás?
-Jaja – me reí falsamente –
Una mujer siempre tiene técnicas para ello.
-Bien, entonces toma – Metió
la mano en su bolsillo y me pasó la llave de mi moto. – Yo te abro la cochera.
Salí por la puerta y entré a
la cochera, abrí la puerta del auto de Andy, saqué mi bolso, me lo crucé y
encendí mi moto.
-Cuídate pequeña – Acarició
mi cabello, asentí – Vuelve eh! – Asentí nuevamente – Te quiero – besó mi
cabeza-
-Yo igual – Me puse el casco
y salí suavemente de la cochera, ya en la calle aceleré perdiendo el rastro de
la casa.
Di un par de vueltas por la
ciudad enrabiada, maldito el día en que viajé a Magdeburgo, maldito el día en
que fui a esa fiesta y maldito el día en que conocí a Thomas Kaulitz.
Me estacioné frente a mi
casa y entré, cerré la puerta tras de mí, lancé el casco y las llaves al suelo
y lancé un grito mientras con el talón de mi pie izquierdo golpeé la puerta.
-Te odio Kaulitz – Me dejé
caer con la espalda afirmada en la puerta. Lágrimas de rabia resbalaron por mis
mejillas, me las quité con rabia y me paré, “no tengo porqué llorar por él”,
pensé.
Subí las escaleras hasta mi
pieza donde me tendí en mi cama. Miré el techo y suspiré. Encuentro estúpido,
conozco a Andreas de toda la vida y sólo ahora me entero de que tiene primos y
que más encima son los Kaulitz; a Bill lo divisé aquella noche en la disco y
afortunadamente el estaba muy tomado como para recordarme, desgraciadamente su
hermano tiene muy buena memoria y Dios mío, que perdí mi virginidad con él, de
eso obviamente se dio cuenta y para mas remate esa noche me habló bellas cosas
al oído y luego se marchó, dejándome ahí como si fuera una puta.
Luego de un rato me levanté
y me duché, estuve bastante rato bajo el chorro, luego de ello me vestí con un
lindo vestido de flores, unos botines cafés y una chaqueta de cuero del mismo
color. Me sequé el pelo y me armé los rulos, me miré al espejo y sonreí, tomé
mi set de pinturas y me maquillé suave.
Cogí mi mochila y bajé las
escaleras, me senté en el sofá y prendí la radio, dentro estaba sonando una
suave música, saqué un cigarrillo de mi cartuchera, me lo llevé a los labios y
lo encendí. El suave sabor a mentol me relajó y me quitó un poco las ganas de
asesinar.
Cuando por fin lo terminé
llevé la colilla y luego de mojarla la boté a la basura.
Después de tomar todas mis
cosas salí de casa, me subí a la moto y partí a la casa de Andy. En una
oportunidad miré mis piernas y sonreí, el borde del vestido normalmente me
llega a media pierna y montada sobre la moto apenas me tapaba los calzones.
No me demoré nada hasta
allá, así que con total calma estacioné la moto frente a su casa y bajé. Llevé
conmigo el casco y las llaves y golpeé la puerta. Para mi gran buena suerte me
abrió Thomas (nótese la ironía) y para engrandecer mi ego se me quedó viendo
embobado, aclaré mi garganta y ahí despertó de su trance, sin decirme ni una
palabra me dejó pasar y luego cerró la
puerta tras de mí.
-¿Tú te viniste así? – Me
señaló el corto vestido mi queridísimo Andreas Klein.
-¿Y cómo se supone que viniera?
– Levanté los hombros.
-Con algo que no sea tan
corto - ¡Qué exagerado!
-Pero si no es corto – Me
miré las piernas, en verdad para andar en moto si es corto, pero eso yo no lo
asumiría estando él frente a mí.
-En la moto se te veía todo
– Parece que quiere suplantar a mi padre.
-Si quieres voy a robarle un
hábito a una monja, algo que me tape los tobillos – indiqué la puerta. Me miró
con cara de pocos amigos.
-Andy – Lo llamó Bill –
déjala - Andreas me miró por última vez
y se volteó molesto.
-Gracias Bill – Le sonreí
-De nada – Me devolvió la
sonrisa.
Aún con la mochila en mis hombros
subí a la pieza de Andreas. Sé que estaba celoso, ¿razón?, porque su primito me
estaba mirando, luego de voltearme me di cuenta que lo seguía haciendo. Sé que me
quiere, y por ello tampoco me va a dejar de hablar.
Dejé a los pies de su cama mi
mochila y me dispuse a salir de ahí, pero antes de que lo pudiera hacer la puerta
se abrió y se cerró con pestillo.
-¿Qué haces aquí? – Fruncí el
ceño molesta.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario